A las 6:30 de la tarde de este domingo, media hora después de cerrados los colegios electorales en Alemania, el cuartel central de la campaña de la canciller Angela Merkel era ya una fiesta.
Los primeros resultados indicaban que los conservadores de
Entre los dos no llegan al 50 por ciento de los votos, pero ambos podrán conseguir suficientes curules para ser la mayoría en el Bundestag, el Parlamento alemán. Tendrán unas 320, mientras que se calcula que la oposición llegará a sólo 300.
Festejos sin euforia latina
Los seguidores de Merkel disfrutaban de platos de salchichas y de otras viandas con la infaltable cerveza, mientras veían desfilar a medio mundo por la televisión y confirmaban minuto a minuto las buenas noticias.
Los rostros rubicundos en trajes grises y azules, muchos de ellos con la edad para ser hijos o nietos de Merkel y pinta de 'yupies', se multiplicaban al avanzar entre las carpas blancas que daban acceso al hall principal, donde se esperaba a la canciller y candidata.
Había alegría y risas, pero no la euforia latina. Los aplausos y los gritos sólo llegaron en masa cuando apareció la 'Kanzelerin' en su traje rojo y se situó delante de una pared azul con un letrero diciente de dos palabras: El centro.
En su discurso de triunfo, la mujer más poderosa del mundo según la revista 'Forbes', hizo gala de la ponderación y la frialdad que la han hecho famosa.
Agradeció el esfuerzo del bloque conservador y resaltó el valor de obtener una mayoría estable con los liberales ahora que atraviesan una de las peores crisis económicas de su historia.
También lanzó la tradicional frase restañadora de heridas: "Seré la canciller de todos los alemanes. Tenemos planes para los empresarios pero también para los trabajadores".
Poco después, la canciller se despidió diciendo que no quería aguar la fiesta pero "tenía mucho que hacer". Entre ello, atender a los medios de televisión que la esperaban para dar decenas de entrevistas en directo.
'Derrota amarga'
Cuando se puso ante el micrófono de los periodistas de las principales cadenas, ya sus rivales habían dado sus partes de victoria y también de derrota.
El aún ministro de Relaciones Exteriores, vicecanciller y cabeza del Partido Socialdemócrata (SPD), Frank-Walter Steinmeier, dijo sin dar vueltas: "Es una derrota amarga, un día fatal para el SPD". Y enseguida anunció que se convertirá en duro opositor del Gobierno.
Las cifras confirman a su colectividad histórica como la gran perdedora, con el 23,3 por ciento de los votos, el peor resultado desde que su partido existe y la peor caída para un partido en dos elecciones sucesivas.
Ni siquiera las últimas encuestas habían previsto un resultado tan malo. Mientras los conservadores, especialmente por el mal desempeño de sus socios de Baviera (CSU), perdieron algo menos que dos puntos, los socialdemócratas cayeron casi 11.
Los primeros análisis apuntaban a que las urnas le habían cobrado al SPD su liderazgo débil -cuatro presidentes en los últimos cuatro años- y su falta de definición entre la izquierda y la derecha.
De hecho, cientos de miles de sus votos fugitivos se los repartieron entre los liberales,
Los liberales -grandes socios de los conservadores en la larga era de Helmut Kohl (1982-1998)- obtuvieron algo más del 14 por ciento de los votos, casi un 50 por ciento más de lo que lograron en las elecciones del 2005. Y su líder, Guido Westerwelle, se da como el seguro reemplazo de Steinmeier en el Ministerio de Relaciones Exteriores alemán y como vicecanciller.
El partido de Los Verdes, por su parte, consiguió el mejor resultado de su historia al reunir el 10 por ciento del total de la votación.
Estas elecciones confirman el retroceso de los dos grandes partidos alemanes,
También dejan un campanazo para el futuro. El Partido Pirata obtuvo el 2,1 por ciento de los votos, algo insuficiente para alcanzar escaños -el mínimo es el 5 por ciento-, pero que permite que se convierta en el mayor entre los extraparlamentarios.
Además, la participación electoral cayó cinco puntos, con el 72 por ciento, la más baja en 60 años.
Después de que se marchó Angela Merkel del recinto de la victoria, sus simpatizantes se dispersaron poco a poco. No hubo celebración larga pero se fueron con la certeza de que tendrán un gobierno sólido con una mujer que hace cuatro años era una incógnita y ayer les dio el triunfo, porque es a ella a quien muchos analistas le dan el mérito de que los conservadores, a diferencia de los socialdemócratas, no cayeran estrepitosamente.
JUAN CARLOS BERMÚDEZ*
Enviado especial de EL TIEMPO
BERLÍN
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